Hace 20 años nacieron en Guadalajara (México) las Cumbres Iberoamericanas, con la idea de reunirse una vez al año los máximos dirigentes de los países latinoamericanos junto con España y Portugal. Hoy, 20 años después, se ha demostrado que esta fórmula no se ha cuidado y está siendo un fracaso en Paraguay, con la ausencia de 11 de los 21 Jefes de Estado.
Tal vez su frecuencia anual, tal vez algunos desplantes de dirigentes españoles o americanos, tal vez sus escasos éxitos útiles, tal vez la falta de respeto mutuo en unas reuniones al más alto nivel en donde todos deberían valorarse por igual, aunque no fueran iguales.
La historia entre países se escribe con letra muy lenta, mirando a la historia o no al día a día. España en estos últimos 8 años no ha mirado a América con la calidad en las relaciones que se debería para con países hermanos. Nuestra política exterior se ha centrado casi exclusivamente con Europa, dejando de lado a los países americanos con los que las relaciones deberían ser de mucho más nivel, y no solo comerciales o económicos. Siempre dentro de los países hay personas, hay culturas y diferentes maneras de entender el arte o la relación humana o las necesidades puntuales de sus economías o de sus problemas laborales. Está muy lejos América para España y esa distancia es la que más se debería haber rebajado para acercar a personas.
«América Latina no será viable a largo plazo mientras no consiga una educación de calidad para toda su gente. No basta con exportar materias primas para capear las tormentas que cada tanto azotan a las economías. También hace falta modernizar las burocracias estatales, cualquiera sea su tamaño. El gran tema de hoy, dentro y fuera de nuestra área geográfica, es recuperar la confianza y derrotar al pesimismo. Sobre todo combatir el desempleo que es el peor enemigo de la Democracia»; concluyó Enrique Iglesias.
El director de la Secretaría Permanente de la Cumbre Iberoamericana, Enrique Iglesias, lamentó que los llamados países del primer mundo no hayan prestado atención a la experiencia de América Latina en los años 90 del anterior siglo, cuando la mayoría de los países iberoamericanos padecían el contagio de crisis ajenas. «Los gobiernos de la zona aplicaron soluciones que parecían heterodoxas, incluso criticables desde la perspectiva de los modelos económicos tradicionales». Según Iglesias las recetas que se aplicaron, de incentivo al crecimiento en lugar de una austeridad implacable, dieron sus frutos ya que Latinoamérica es una de las regiones de mayor crecimiento en el mundo, con bajas tasas de desempleo y donde 50 millones de personas han dejado de ser pobres