Yo también soy el enemigo. Una vez que la policía dice con claridad y fuerza que los alumnos de un instituto de Valencia, entre 14 y 17 años, son “enemigos”, como padre de jóvenes españoles debo decir con rotundidad que yo también soy el enemigo.
Mira, la profesionalidad de los que tienen que hablar se debe demostrar con hechos y si no se es capaz de tener capacidad de explicación y de ponerse colorado, lo mejor es dimitir e irse a su casa, que allí no verá tantos enemigos y se sentirá mucho más tranquilo. No pasa nada por estar en su casa descansando tras unas jornadas tan duras en donde se ven fantasmas por todas las esquinas y colegios. Nada es más enemigo que los jóvenes formados y muy preparados. Tal vez sea eso lo que quería decir el policía que hablaba, que entendía como enemigos a los que ya preveía más formados y preparados que él mismo. Vaya, vaya.