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Que el bipartidismo está muy asentado en España, no es nada nuevo, pero que lo esté de manera tan contundente y fija en Zaragoza y en Aragón ya es otro cantar, pues aquí se presentan cinco partidos con potencia para gobernar o estar, como han estado casi ininterrumpidamente, en algún Gobierno importante de la política aragonesa.
A los apuntados al partidismo fijo: el PSOE y el PP; aquí en Aragón sumamos a CHA, el PAR e IU, con unos techos electorales del 23,08% en el caso del PAR, del 18,33% en el de CHA o del 9,40% en el de IU. Datos importantes cuando hablamos de bipartidismo. Pero nunca se han juntado estos datos altos particulares en una misma ocasión. Cuando sube CHA baja el PAR, cuando IU está arriba CHA está abajo.
Pero los datos del bipartidismo municipal en Zaragoza son contundentes. Son fieles y seguros a la hora de votar a su Alcalde.
En 1991, un 64,65% de los votos fueron para la suma del PSOE + PP.
En 1995, un 65,59%
En 1999, un 72,08%
En 2003, un 66,56%
En 2007, un 72%
En estos mismo periodos CHA ha pasado del 2,33% al 18,33%; el PAR ha tenido altibajos entre un 18,27% a un 6,99% e IU ha oscilado entre un 13,28% y un 3,97%. Los pequeños se mueven o se tambalean pero la suma de los grandes
se mantiene casi intacta. El suma del número de fieles al bipartidismo es constante y entre estos electores elijen quien debe gobernar.
Pero la suma de estos dos equipos que parecen jugar en una liga de otra categoría política, no han sido repartida de forma parecida para cada uno de los dos “grandes”. Se mantiene la suma entre ambos, pero no se reparte por igual. Incluso se producen grandes diferencias entre ellos, permitiendo que uno u otro gobierne. Pero la suma fiel se mantiene.
Manteniendo la misma suma de porcentaje y casi de votos —aquí la abstención modifica algo más los números— cada partido de los “grandes” obtiene resultados bien distintos, según convocatorias. En el caso del PSOE se han movido entre un 46,78% y un 21,78%; y en el caso del PP entre un 42,87% y un 18,81%. Es decir, la suma de ambos se mantiene, pero pueden multiplicar o dividir por dos sus respectivos votos, según gane uno u otro. Se mantiene el bipartidismo pero el votante cambia de elección según quiere castigar o premiar.
El número de votos en este periodo analizado oscila en el caso del PSOE entre los 115.726 y los 62.390 votos. Y en el caso del PP entre los 155.206 y los 56.947 votos. Pero la suma de ambos se mantiene casi intacta, como ya hemos indicado antes.
Y en contra de lo que se pueda pensar, la abstención a quien más afecta es a los tres partidos más pequeños. En estas cinco elecciones municipales analizadas, en las tres en las que menos personas han ido ha votar, son las que menos votos han obtenido la suma de CHA + PAR + IU. Poca participación igual a poco porcentaje de votos para la suma de los tres pequeños, pero igual porcentaje de participación para los dos grandes.
Mientras que en 1995 los tres sumaban un 31,77% o en 2003 con alta participación sumaban un 30,01%; en 1999 con bastante menos participación solo lograban sumar un 25,66%, y en 2007 también con poca participación sumaban un 23,96%. La poca participación afecta en porcentaje a los más pequeños.
La gente que se queda en casa una veces o acude a votar otras veces, suele ser la más motivada políticamente. Los que se quedan siempre en casa sin ir a votar, no cuentan nunca para nada, en estos análisis.
¿Cómo pueden acceder el resto de partidos, a estas cifras altas de voto de los grandes? ¿por qué la sociedad zaragozana se comporta así? ¿se comporta de diferente manera a como lo hacen en otras ciudades?
Realmente no son los partidos los que hacen compartimentos aunque lo parezca. Es la sociedad la que ya está dividida en dos —y no entre los que creen en el PP o en el PSOE, que esa es otra división—, sino entre los que creen en unos partidos grandes y en los que creen en otros más cercanos, más claros ideológicamente hablando.
El elector global o común busca soluciones, busca encontrarse a líderes que tengan empatía, inteligencia emocional con ellos. Aunque los votantes no se den cuenta clara de lo que piden, pero es igual, son sensaciones. Los dos partidos grandes son comunes, son generalistas, ofrecen soluciones muy comunes a los problemas de todos, pueden tocar todo tipo de situaciones y ofrecer soluciones sencillas aunque luego nunca las cumplan. No se arriesgan en sus planteamientos, son conservadores en sus programas que enseñan muy poco, juegan más con la imagen que con el programa, más con sus posibilidades que con sus respuestas.
Los partidos pequeños son particulares, tienen dentro una personalidad definida que los convierte en grupos políticos con determinados condicionantes que los frenan para ofrecer soluciones a los problemas globales. Pero no tanto en sus organizaciones como en los líderes que tienen y que piensan que sobre todo hay que ofrecer sus posturas a las particulares personalidades de su electorado o incluso ni eso, a sus militantes. Piensan en “su” sociedad y no tanto en “la” sociedad. Piensa en “un” organización y no tanto en “la” organización social que espera soluciones a “sus” problemas.
Lo sociedad muchas veces —sobre todo cuando hay problemas o dudas—, no desea escuchar nuevos proyectos, cambios, reformas. Quiere simplemente resolver “sus” problemas, “sus” dudas. Las suyas. Las de “yo”. Quiere creer a quien sea posible resolver “sus problemas, y por capacidad, ve a los pequeños menos capaces, sobre todo si no insisten hasta la saciedad en aquellos problemas que le son globales a la sociedad. El CIS mes tras mes insiste en decirnos qué problemas se consideran importantes por los españoles. Hay simplemente que analizar y resolver. Si quieres incidir sobre una sociedad con dudas, incide sobre sus problemas, no le saques nunca nuevas propuestas de futuro, no te las escuchará. Quiere capacidad e insistencia. Y quiere saber con antelación que a quien vote va a gobernar.
Por eso los sondeos son un arma de doble filo, que se maquilla con muy diversos fines. Por una parte los sondeos preelectorales desincentivan a quien sabe que su opción es ya ganadora. Por otra anima a quien sabe que está a punto de conseguir el triunfo o entrar en el gobierno. Por otra hace cambiar el voto a quien ve que su opción primera no tiene posibilidades pues pocos quieren ser perdedores. Y por último anima a quien observa que la opción contraria a la suya va a ganar por mayoría absoluta. Como es lógico hay un gran número de fieles a su voto. Pero por desgracia estos no son los que mueven los gobiernos, forman parte de la mayoría necesaria, pero no de la que decide con las matemáticas en la mano.
Si a esto le sumamos el condicionante de que para gran parte de la sociedad solo son capaces de resolver y actuar aquellos que ya resuelven o actúan, aunque lo hagan mal y tarde, pues se suma más fuerza al bipartidismo inagotable.
Y si para terminar los medios de comunicación, sabedores de donde está la fuerza económica actual y futura, hacen la cama y el sofá, el baño y la cocina a los grandes, sin dar posibilidades a los pequeños; miel sobre hojuelas para aquellos.
La financiación política en España es la otra puntilla que hace inviable que un pequeño que empieza a bajar en expectativas, pueda remontar por su labor; si acaso por la negativa labor de su contrario aledaño. Contra menos presupuesto, peor campaña electoral, que unida a la nula incidencia en los medios de comunicación hace que solo se entre en los hogares de los fieles. Los que por desgracia no son necesarios.
Para ganar, los fieles, los simpatizantes y militantes sirven para poner los cimientos. Pero los que ponen las paredes y los baños son los votantes que oscilan. O salimos a buscar a los votantes inciertos o saldrán a buscarlos tu competencia. Si no quieres ofrecerles el discurso que ellos esperan escuchar, no podrás acceder a ellos.